miércoles, 16 de septiembre de 2009

Mi sueño de hoy

Mi sueño de hoy, mi sueño de ayer
mi sueño que es tan solo tu querer así.
Mientras la luna brille
y el sol no caiga,
yo estaré feliz.
Un sueño de luz, como la niñez
un sueño que es un dulce amanecer así.
Mientras la luna brille
y el sol no caiga,
yo estaré feliz.
Un sueño de luz, como un amanecer, no pasará al olvido...

jueves, 10 de septiembre de 2009

Pobre amor.

-(...) Probablemente Horacio buscaba en Pola algo que usted no le daba, supongo. Para traer las cosas al terreno práctico, digamos.
-Horacio busca siempre un montón de cosas- dijo la Maga-. Se cansa de mí porque no sé pensar, eso es todo. Me imagino que Pola piensa todo el tiempo.
-Pobre amor el que de pensamiento se alimenta - citó Ossip.
- Hay que ser justos- dijo la Maga-. Pola es muy hermosa, lo sé por los ojos con que me miraba Horacio cuando volvía de estar con ella, volvía como un fósforo cuando se lo prende y le crece de golpe todo el pelo, apenas dura un segundo, pero es maravilloso, una especie de chirrido, un olor a fósforo muy fuerte y esa llama enorme que después se estropea. Él volvía así y era porque Pola lo llenaba de hermosura. Yo se lo decía, Ossip, y era justo que se lo dijera. Ya estábamos un poco lejos aunque nos seguíamos queriendo todavía. Esas cosas no suceden de golpe. Pola fue viniendo como el sol en la ventana, yo siempre tengo que pensar en cosas así para saber que estoy diciendo la verdad. Entraba de a poco, quitándome la sombra, y Horacio se iba quemando como en la cubierta del barco, se tostaba, era tan feliz.
(...)
-Pola se va a morir- dijo la Maga-. No por los alfileres, eso era una broma aunque lo hice en serio, creáme que lo hice muy en serio. Se va a morir de un cáncer de pecho.
-Y Horacio...
-No sea asqueroso, Ossip. Horacio no sabía nada cuando dejó a Pola.
-Por favor, Lucía, yo...
-Usted sabe muy bien lo que está diciendo y queriendo aquí esta noche, Ossip. No sea canalla, no insinúe siquiera eso.
-¿Pero qué, por favor?
- Que Horacio sabía antes de dejarla.
- Por favor- repitió Gregorovius. Yo ni siquiera...
- No sea asqueroso- dijo monótonamente la Maga-. ¿Qué gana con querer embarrar a Horacio? ¿No sabe que estamos separados, que se ha ido por ahí, con esta lluvia?
- No pretendo nada – dijo Ossip, como si se acurrucara en el sillón-. Yo no soy así, Lucía, usted se pasa la vida malentendiéndome. Tendría que ponerme de rodillas, como la vez del capitán del Graffin, y suplicarle que me creyera, y que...
- Déjeme en paz- dijo la Maga-. Primero Pola, después usted. Todas esas manchas en las paredes, y esta noche que no se acaba. Usted sería capaz de pensar que yo la estoy matando a Pola.
- Jamás se me cruzaría por la imaginación.
(...)
- Horacio hablaba de un nuevo orden, de la posibilidad de encontrar otra vida. Siempre se refería a la muerte cuando hablaba de la vida, era fatal y nos reíamos mucho. Me dijo que se acostaba con Pola y entonces yo comprendí que a él no le parecía necesario que yo me enojara o le hiciera una escena. Ossip, en realidad yo no estaba muy enojada, yo también podría acostarme con usted ahora mismo si me diera la gana. Es muy difícil de explicar, no se trata de traiciones y cosas por el estilo, a Horacio la palabra traición, la palabra engaño lo ponían furioso. Tengo que reconocer que desde que nos conocimos me dijo que él no se consideraba obligado. Yo hice la muñequita porque Pola se había metido en mi pieza, era demasiado, la sabía capaz de robarme la ropa, de ponerse mis medias, usarme el rouge, darle la leche a Rocamadour.
- Pero usted dijo que no la conocía.
- Estaba en Horacio, estúpido. Estúpido, estúpido Ossip. Pobre Ossip, tan estúpido. En su canadiense, en la piel del cuello, usted ha visto que Horacio tiene una piel en el cuello de la canadiense. Y Pola estaba ahí cuando él entraba, y en su manera de mirar, y cuando Horacio se desnudaba ahí, en ese rincón, y se bañaba parado en esa cubeta, ¿la ve Ossip? Entonces de su piel iba saliendo Pola, yo la veía como un ectoplasma y me aguantaba las ganas de llorar pensando que en casa de Pola yo no estaría así, nunca Pola me sospecharía en el pelo o en los ojos o en el vello de Horacio. No sé por qué, al fin y al cabo nos hemos querido bien. No sé por qué. Porque no sé pensar y él me desprecia, por esas cosas.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El hombre es lo que hace.

El hombre no es lo esencial que se manifiesta o se desenvuelve en un ser concreto de carne y hueso. El ser humano es una posibilidad que se abre en la condición de su existir, que se despliega y se manifiesta en su ser libre, lo humano se expresa en los proyectos arrojados a la existencia sin ser determinados por un otro superior, sino por el accionar mismo de su forma particular de existir. El hombre es, por lo tanto, lo que hace.
El ser humano es siempre un pro-yecto que se realiza en sus acciones, en sus decisiones y en sus elecciones. El papel de la conciencia es fundamental para crearme a mí mismo, para elegirme a través de mi actuación en el mundo. Entre lo posible y lo real, entre lo deseado y lo sufrido, la conciencia se controla a sí misma; por mi conciencia puedo cambiarme de un momento a otro, puedo controlarme o volverme diferente.
Mi conciencia me plantea a mí mismo como un existente especial en el mundo, por mi conciencia sé que existo y que puedo existir de diversas maneras. Para Sartre la conciencia reflexiva me permite modificarme a mí mismo, está centrada en la imaginación, en la imagen que construyo sobre mí y sobre lo que pro-yecto de mi propia vida. Proyecto condenado a ser libre, como el porvenir de mi existencia, de mi propia figura real que puede modificarse a partir de la conciencia.
La responsabilidad que me cabe por mis acciones es inmensa, ya que soy y existo a partir de mis elecciones, de mis propias limitaciones. En el optimismo de la libertad se encuentra en Sartre el pesimismo por lo que el hombre hace o hizo de o con su libertad.
El antisustancialismo sartreano nos mueve al desafío de encontrar en lo humano una posibilidad entre muchas, somos esa posible combinación de decisiones y elecciones que se despliegan en la acción; el humanismo ya no está garantizado por una razón humana benevolente o categórica a priori, el humanismo es todo lo que el hombre es capaz de hacer. Aún en lo atroz y en lo miserable de la condición humana.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Pertenencias.

Todo empezó con el chiste que decía: lo tuyo es mío y lo mío, es mío.


No son celos, es sentido de la propiedad.



Nadie es dueño de nadie...