miércoles, 18 de febrero de 2015

Reflexión sobre la vida

What if the worst is true? What if there is no God and you only go around once and that's it? Well, you know, don't you wanna be part of the experience? You know, what the hell, it's not all a drag.
And I'm thinking to myself, Jeez, I should stop ruining my life searching for answers I'm never gonna get, and just enjoy it while it lasts. And after, who knows? I mean, maybe there is something, nobody really knows. I know 'maybe' is a very slim reed to hang your whole life on, but that's the best we have.
And then I started to sit back, and I actually began to enjoy myself.

Una flor amarilla

Parece una broma, pero somos inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal.
Me contó su historia en un bistró de la rue Cambronne, tan borracho que no le costaba nada decir la verdad aunque el patrón y los viejos clientes del mostrador se rieran hasta que el vino se les salía por los ojos. A mí debió verme algún interés pintado en la cara, porque se me apiló firme y acabamos dándonos el lujo de la mesa en un rincón donde se podía beber y hablar en paz. Me contó que era jubilado de la municipalidad y que su mujer se había vuelto con sus padres por una temporada, un modo como otro cualquiera de admitir que lo había abandonado. Era un tipo nada viejo y nada ignorante, de cara reseca y ojos tuberculosos. Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del quinto vaso de tinto.
         Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo descubrió que el chico se parecía mucho a él, por lo menos se parecía al recuerdo que guardaba de sí mismo a esa edad. Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en una revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Buscó un pretexto para hablar con el chico, le preguntó por una calle y oyó ya sin sorpresa una voz que era su voz de la infancia (...)
Lo que había empezado como una revelación se organizaba geométricamente, iba tomando ese perfil demostrativo que a la gente le gusta llamar fatalidad. Incluso era posible formularlo con las palabras de todos los días: Luc era otra vez él, no había mortalidad, éramos todos inmortales.
         —Todos inmortales, viejo. Fíjese, nadie había podido comprobarlo y me toca a mí, en un 95. Un pequeño error en el mecanismo, un pliegue del tiempo, un avatar simultáneo en vez de consecutivo, Luc hubiera tenido que nacer después de mi muerte, y en cambio... Sin contar la fabulosa casualidad de encontrármelo en el autobús. Creo que ya se lo dije, fue una especie de seguridad total, sin palabras. Era eso y se acabó. Pero después empezaron las dudas, por que en esos casos uno se trata de imbécil o toma tranquilizantes. Y junto con las dudas, matándolas una por una, las demostraciones de que no estaba equivocado, de que no había razón para dudar. Lo que le voy a decir es lo que más risa les da a esos imbéciles, cuando a veces se me ocurre contarles. Luc no solamente era yo otra vez, sino que iba a ser como yo, como este pobre infeliz que le habla. No había más que verlo jugar, verlo caerse siempre mal, torciéndose un pie o sacándose una clavícula, esos sentimientos a flor de piel, ese rubor que le subía a la cara apenas se le preguntaba cualquier cosa (...)
Pero lo peor de todo no era el destino de Luc; lo peor era que Luc moriría a su vez y otro hombre repetiría la figura de Luc y su propia figura, hasta morir para que otro hombre entrara a su vez en la rueda. Luc ya casi no le importaba; de noche, su insomnio se proyectaba más allá hasta otro Luc, hasta otros que se llamarían Robert o Claude o Michel, una teoría al infinito de pobres diablos repitiendo la figura sin saberlo, convencidos de su libertad y su albedrío.
         —Ahora se ríen de mí cuando les digo que Luc murió unos meses después, son demasiado estúpidos para entender que... Sí, no se ponga usted también a mirarme con esos ojos. Murió unos meses después, empezó por una especie de bronquitis, así como a esa misma edad yo había tenido una infección hepática. A mí me internaron en el hospital, pero la madre de Luc se empeñó en cuidarlo en casa (...) La verdad es que en esas semanas después del entierro sentí por primera vez algo que podía parecerse a la felicidad. Todavía iba cada tanto a visitar a la madre de Luc, le llevaba un paquete de bizcochos, pero poco me importaba ya de ella o de la casa, estaba como anegado por la certidumbre maravillosa de ser el primer mortal, de sentir que mi vida se seguía desgastando día tras día, vino tras vino, y que al final se acabaría en cualquier parte y a cualquier hora, repitiendo hasta lo último el destino de algún desconocido muerto vaya a saber dónde y cuándo, pero yo sí que estaría muerto de verdad, sin un Luc que entrara en la rueda para repetir estúpidamente una estúpida vida. Comprenda esa plenitud, viejo, envídieme tanta felicidad mientras duró.
         Porque, al parecer, no había durado. El bistró y el vino barato lo probaban, y esos ojos donde brillaba una fiebre que no era del cuerpo. Y sin embargo había vivido algunos meses saboreando cada momento de su mediocridad cotidiana, de su fracaso conyugal, de su ruina a los cincuenta años, seguro de su mortalidad inalienable. Una tarde, cruzando el Luxemburgo, vio una flor.
         —Estaba al borde de un cantero, una flor amarilla cualquiera. Me había detenido a encender un cigarrillo y me distraje mirándola. Fue un poco como si también la flor me mirara, esos contactos, a veces... Usted sabe, cualquiera los siente, eso que llaman la belleza. Justamente eso, la flor era bella, era una lindísima flor. Y yo estaba condenado, yo me iba a morir un día para siempre. La flor era hermosa, siempre habría flores para los hombres futuros. De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Yo.

I always feel like a freak because I’m never able to move on like… this, you know? People just have an affair, or even entire relationships. They break up and they forget. They move on like they would have changed brand of cereals. I feel I was never able to forget anyone I’ve been with. Because each person had their own … specific qualities. You can never replace anyone. What is lost is lost. Each relationship, when it ends, really damages me. I never fully recover. That’s why I’m very careful with getting involved, because it hurts too much. Even getting laid… I actually don’t do that… I will miss of the person the most mundane things. Like I’m obsessed with little things. Maybe I’m crazy but when I was a little girl, my mom told me that I was always late for school. One day she followed me to see why. I was looking at chestnuts falling from the trees rolling on the sidewalk, or ants crossing the road, the way a leaf cast a shadow on a tree trunk… little things. I think it’s the same with people. I see in them little details, so specific to each of them, that move me, and that I miss, and… will always miss. You can never replace anyone, because everyone is made of such beautiful specific details. Like I remember the way… your beard has a bit of red in it. And how the sun was making it glow… that morning, right before you left. I remember that, and I missed it. I’m really crazy, right?

domingo, 8 de agosto de 2010

El viajar es un placer

Dicen que viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior. Ojalá que esto pronto suceda, así podrá descansar mi pena hasta la próxima vez...

Y así encuentras una paloma herida que te cuenta su poesía de haber amado y quebrantado otra ilusión. Seguro que al rato estará volando, inventando otra esperanza para volver a vivir.
Creo que nadie puede dar una respuesta, ni decir qué puerta hay que tocar. Creo que a pesar de tanta melancolía, tanta pena y tanta herida, sólo se trata de vivir.

En mi almanaque hay una fecha vacía, es la del día que dijiste que tenías que partir. Debes andar por nuevos caminos, para descansar la pena hasta la próxima vez. Seguro que al rato estarás amando, inventando otra esperanza para volver a vivir.

Dicen que viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior. Ojalá que esto pronto suceda, así podrá descansar mi pena hasta la próxima vez. Seguro que al rato estaré volando, inventando otra esperanza para volver a vivir...

jueves, 24 de junio de 2010

El anónimo fui yo.

Si yo no odio, entonces, ¿amo? Parece que sólo puedo amar, odiar o ser indiferente. Quizás haya mucho más que eso: yo quiero creer que todavía puedo sentir "cosas" que escapan a las definiciones y que exactamente es eso lo que hace todo tan interesante. Quiero creer que la magia está simplemente en sentir y al mismo tiempo, en no poder entender ni explicar el sentimiento: quizás el no poder identificar al sentimiento sea lo más lindo de sentir. Quizás sólo porque somos tan tercos y racionales es que necesitamos estar seguros, encasillando y clasificando todo. Descartes decía que el alma se concentra principalmente en el cerebro... en ese sentido, mis creencias son mucho más románticas.

lunes, 24 de mayo de 2010

Deseo

Rotundamente ME NIEGO a vivir cada día sintiéndome oprimida, presa en libertad. Porque vivir con miedo, en silencio, tapando y callando a todos los pensamientos que pugnan por ser expresados, no es vivir.
Quizás sea por eso que el arte alimenta tanto el espíritu, nos da aire para respirar. Es un medio infinito de expresión, de transmisión, de ideas y pensamientos. Es vida.
Lamentablemente, creo que todo esto no es más que una esperanza vana. Nunca vamos a aprender realmente el "vivir y dejar vivir"... todavía le falta mucho a esta sociedad tan golpeada, tan herida de gobiernos militares, de democracias corruptas, de pelotudos que confunden ideas y conceptos, libertad con libertinaje. De retrógradas e ignorantes, incapaces de pensar por sí mismos, que absorben todo lo que la tele o ciertos diarios digan sin cuestionarse, sin detenerse a a pensar si realmente las cosas son como dicen que son.
Sin embargo, me alegra ver que de a poco estamos comenzando un camino que aparenta ir hacia algún lugar que parecería ser interesante y productivo. Ese tiene que ser nuestro deseo, especialmente ahora que todos hacemos flamear los colores patrios en cada rincón, nuestra energía tiene que estar puesta ahí. Reitero que me parece que falta mucho pero es bueno que por algo se empiece, de una vez.

lunes, 17 de mayo de 2010

El futuro llegó, hace rato...

Hace un tiempo, si me preguntaban, yo respondía que nunca iba a pasarme a mi. A mi nunca nada me iba a poder hacer dudar de una decisión una vez que había sido tomada. Justamente a mi, tan segura y confiada de mi, tan conocedora de todas mis virtudes pero también de mis defectos y de mis carencias. Tan convencida de qué era lo que esperaba de la vida, del camino que iba a tomar, de lo que aspiraba a ser, del futuro que quería tener.
Una parte de mi sigue pensando de esa manera. Incluso si miro hacia atrás, creo que he cumplido con casi todos los objetivos que me propuse alguna vez, claramente aún hay algunos en el tintero pero pueden esperar. Pienso que cuando uno realmente desea algo con toda la fuerza de su voluntad, de alguna manera, "todos los caminos conducen a Roma": se termina logrando lo que se quiere. Decisión. Voluntad. Seguridad. Confianza. Y por sobretodas las cosas, "sin esfuerzo no hay progreso"
Pero por otra parte, hay una señal de alarma interna... algo me dice que me detenga un segundo y me fije si realmente estoy yendo hacia donde quiero ir. La verdad es que tengo tanto miedo de estar equivocandome de camino, de no estar tan segura de la confianza que tengo de saber lo que quiero y de que finalmente termine en un lugar en el que nunca quise estar, conformándome con una vida que nunca quise tener. Toda mi convicción puesta en un proyecto de vida, un camino que creo que tomé para bien y que al fin y al cabo, no sé si finalmente va a conducir a lo que yo quiero para mi. ¿Y estoy tan segura de lo que quiero para mi? En un principio, sí. Creería que sí... ¿ Y mañana voy a querer lo mismo?
Es una incertidumbre muy dificil de aceptar, con la cual se debe convivir. El miedo que genera la incertidumbre es mucho, pero también genera expectativa de seguir, y en especial, provoca un gran aprendizaje, un ímpetu y una voluntad de lucha por conseguir eso que tanto queremos. Si no quisieramos nada, si no tuvieramos un proyecto de vida, una ilusión o una esperanza, no habría nada por lo que esforzarse. Ninguna meta a la que llegar.
Por eso trato de relajarme un poco, tener la mente abierta y despierta y lo que tiene que venir, llegará.